Los tiempos de Papeles. Presentación

The Times of Papeles. Presentation

Equipo editor

 

El primero

En su primer tiempo Papeles fue Papeles del CEIC. Era 2001, algunos años después de la creación del CEIC, el Centro de Estudios sobre la Identidad Colectiva, cuando el Centro reunía a mucha gente, joven y menos joven. Lo dirigía entonces Alfonso Pérez-Agote, y la revista, que era todavía working paper, nació on line y para dar fe pública de la calidad y orientación de las actividades del CEIC, que tenía muchas porque organizaba muchas. Era Academia de esa época, que todavía conversaba: charlas o conferencias de invitados al Centro, trabajos en ciernes del equipo o de sus miembros… Eran los 2000, cuando el publish or perish no era lo que es hoy, y los centros de investigación no se regían por la narrativa del rendimiento. O ya sí, pero no era entonces eso lo que movía la energía que ayudaba al funcionamiento del CEIC, con una agenda centrada en la construcción de la identidad colectiva en un cambio de época (sociedad reflexiva le llamamos) y muy sensible al trabajo teórico en sociología y receptiva pero sin excesos a la imaginación sociológica fuera del mainstream.

Haciendo base en ese espacio, que fue para muchos y muchas de aprendizaje y discusión, esa primera Papeles buscó difundir e intervenir, y ser leída. Así funcionó hasta 2006, publicando 22 números, sueltos y de salida irregular; eran otros tantos textos originales, la mayoría escritos por personas que invitamos a los ciclos de conferencias del Centro: Ángel Calle, Antimo Farro, Mari Luz Esteban, Chris Gray, Joseba Gabilondo, Paulina Osorio… Algunos de los textos más citados de la revista salen de esa época.

El segundo

En su segundo tiempo, a partir de 2006, Papeles no cambió de nombre pero sí de estado. El CEIC, parte de su equipo, la sostuvo. Se hizo revista, se preocupó de su formato, cuidó la regularidad, empezó a hacerse presente en lugares que luego, bastante después, supimos nombrar: indizadores, repositorios, catálogos… El carisma, el que tuviese, se hizo rutinario: números semestrales, primero con pocos textos, luego con más, siete u ocho, con secciones («Papeles críticos», «Identidad heredada», «Sudacas fuera de campo»…). Trabajó en la temporalidad repetitiva de las hormiguitas, buscando ganar impacto y visibilidad, y tener citas. De a poquito, número a número. Integró el servicio editorial de la Universidad del País Vasco, se institucionalizó. Cada seis meses un número, cada número preparado con cada vez más tiempo. Procesos selectivos largos, evaluaciones lo más lentas y constructivas posible. De a poco.

Funcionó, suponemos; la revista existe, eso lo sabemos. Está, en el lugar mediano que en las escalas de impacto tienen las publicaciones en castellano no sostenidas por grandes aparatos, pero está y se conoce. Tiene mérito sostener algo como una revista, que en las instituciones universitarias debería existir bajo la protección de experticias (en diseño, maquetación, corrección) y de salarios y reconocimientos. Pero no hay apenas nada de eso, solo tiempo sustraído a otras cosas, con gente con la prisa razonablemente ensimismada de quien hace una tesis doctoral y pocas personas, muy pocas, con la seguridad contractual y salarial que permite apropiarse del tiempo para dejar algo para esto. Pasa, parece, en todas las publicaciones de ciencias sociales en España, o en casi todas. Convendría atender a ese problema cada vez que se exige productividad, rendimiento, impacto.

Pero se hace. Y lo hicimos. Este proceso de rutinización de Papeles comportó concesiones a rigores formales que se fueron colando en la producción de los textos, en la redacción de los resúmenes, en la imposición de obligaciones argumentativas; concesiones también a un cierto provincianismo del que a veces, demasiadas, pecamos, el del «mejor en inglés», presente incluso en el subtítulo que acompañó el nombre de Papeles por unos cuantos años; concesiones a la vigilancia del «ajuste temático» de los textos recibidos a los propósitos de la revista. Aún así supimos capear esos riesgos dando salida a mucho material que sirve para pensar, que se cita, que se usa, que se lee. Publicamos, en este tiempo de Papeles, su segundo, 288 trabajos de investigación originales, 13 textos ad hoc en la sección «Identidad heredada», 100 reseñas críticas. Todo eso, que es mucho teniendo en cuenta nuestras condiciones de producción, se empaquetó en 34 números semestrales, muchos de ellos funcionando como bloque gracias a esa preciosa fórmula que el publish or perish y la individualización enfermiza de la producción académica tiende a arrinconar, el monográfico. Hacerlo así, si se hace con ganas, es un premio para los editores: preparar con el mayor cuidado que las circunstancias dejen, dedicándole tiempo a esa preparación —unos dos años desde que se idea hasta que se publica—, una intervención semestral en el campo al que la revista se dirige reconcilia con los propósitos de base, con los que nos gustan, de la institución que habitamos. Nos gusta trabajar despacio, contemplar. Ojalá pudiéramos hacerlo más.

Con esa filosofía hemos invitado a hacer o recogido las propuestas de 25 números monográficos, sobre, realmente, de todo: el concepto de comunidad (que organizó Pablo de Marinis), las familias migrantes (a cargo de Sandra Gil y Claudia Pedone), las tecnologías reproductivas (que montó Elixabete Imaz), la ética del cuidado (coordinado por Matxalen Legarreta y Pascale Molinier), la vulnerabilidad (a cargo de María Martínez), el fútbol y la identidad nacional (del que se hizo responsable Ramón Llopis), las ficciones inmunitarias (coordinado por Jaume Peris), las políticas tullidas (animado por Melania Moscoso), las clases medias (que fueron pensadas en textos reunidos y editados por Sergio Visacovsky). Damos cuenta de esos y no de los otros 16 monográficos como muestra de la diversidad temática, de la pluralidad de intereses, y, quien los lea verá, de estilos y de disciplinas. En sus MacGuffins, siempre la reflexión sobre la identidad, la subjetividad, la producción de sentido, las figuras y los personajes centrales de la vida social contemporánea, los grandes conceptos de la sociología. Todo. Por detrás, queremos decir en el fondo, una intención: correr riesgos controlados para contar y pensar, dar salida a textos que den acceso a zonas de conocimiento de frontera, a la literatura de zombis para pensar la vulnerabilidad, a la sociología de las migraciones para entender el éxito del cine de terror, al concepto de vulnerabilidad para pensar la esfera de aparición, a la desaparición para dar cuenta de lo que no se tiene en cuenta… Es algo que ha ido a más a medida que Papeles ha madurado, en su segundo tiempo, su tiempo ancho, el más largo. Ya queda atrás. Sigue pesando la sociología y sus escrituras, pero cada vez más aparecen otras. No es por despecho al pasado, es por necesidad de adaptación.

El tercer tiempo

«Se denomina tercer tiempo (third half, en inglés, y troisième mi-temps, en francés) a una tradición del rugby por la cual después de finalizado el encuentro (de dos tiempos o partes), los contrincantes se encuentran para compartir una bebida y una comida (entre los mayores usualmente abundante cerveza y entre los menores...)»

Nada que ver esto de la Wikipedia y el rugby con lo de Papeles pero, por qué no tirar de analogías para explicar mejor. El tercer tiempo rompe dualismos, deja atrás especializaciones, conversa sin disputar campos ni territorios ni facultades. Quizás se encuentre conocimiento nuevo saliendo de los conforts de las disciplinas y las experticias. Sea como sea, en ese tiempo entramos, uno de cambios, el tercero.

El primer cambio es el del propio nombre, desde ya Papeles de identidad. Contar la investigación de frontera, que sustituye a Papeles del CEIC. Durante los últimos 3 números hemos ido usándolo, pero solo ahora, en el de septiembre de 2024, cerramos esa transformación con cambios en el logo y el sitio web de la revista. Eso es lo que ahora Papeles ya es. Albricias. Bienvenida la nueva nata. El cambio, ya decimos, venía de atrás y ahora solo se concreta: apertura a las ciencias humanas, apuesta por formas de contar lo más libres posible del IMRyD. También responde a asuntos más mundanos que el nombre tenía que recoger, pues la revista hace tiempo no depende del trabajo del Centro de Estudios sobre la Identidad Colectiva, el CEIC, sino del de Kontu laborategia, el grupo de investigación que ahora la sostiene. Para Papeles el CEIC queda ya atrás. Alguna gente viene de antes, otra es nueva, y de otras disciplinas que antes no estaban. Hay arquitectas, antropólogas, educadoras, artistas… Hay cambios en el equipo de editores y editoras, pero mínimos: se rejuvenece un poco, se amplía. Hay cambios, por adición, en los motivos de la revista: identidad, subjetividad, sentido, pero con ojo virado hacia las zonas en las que todo eso se pierde, donde está en riesgo, cuando nos hace dudar, cuando requiere, por eso, cierto riesgo, al menos narrativo. Es lo mismo de antes, pero es otra cosa. Necesitamos otras maneras de contar…

Aún con esos cambios, la revista es una heredera orgullosa de Papeles del CEIC y quiere mantener la filosofía con la que nació aquella, y el propio CEIC: una mirada crítica y teórica desde el trabajo de las Ciencias Sociales y Humanas a los asuntos que hacen a los procesos de construcción de identidad y sentido en el mundo contemporáneo, una forma de entender el trabajo en la Academia que procura huir de conforts inmovilizadores y que es sensible a la diversidad y a la novedad en las formas de contar, de pensar, de investigar. A eso hacemos honores.

Para celebrar esta transformación hemos querido hacer un número especial sobre ese mismo tema, el cambio de nombre. Son muchos trabajos cortos, diversos en temas y estilos, todos, claro, alusivos al proceso de cambio que ha sufrido Papeles. Mírese en conjunto, se verán textos cuidados en la escritura. Clasifíquese, se verá de todo: educadoras, sociólogas, antropólogos, arquitectas, artistas, escritoras, etnógrafos, politólogos… Obsérvense las inquietudes: los cambios de estado (De Marinis, G. Seguel, Rozas, del Olmo), las identidades sin nombre y su (im)posibilidad (Gatti, Irazuzta, Kobelinsy, Martínez, Rubio-Mengual), la apropiación de las marcas corporales, de género, la sexualidad (Álvarez Uría, Calcedo), el suelo, la tierra, el clima, que cambia (Casado-Neira, Iruretagoiena), las estrategias de supervivencia, con muchos nombres, con ninguno, según (Le Courant, Martuccelli, Montealegre, Norandi, S­chindel).

Es todo un canto a cómo queremos que sea la revista en este tercer tiempo, que ahora empieza.