Arqueología del vacío: un estudio periodístico (2016-2021)[1]

Archeology of the Emptiness: a Journalistic Study (2016-2021)

Enric Castelló*

Universitat Rovira i Virgili

Palabras clave

España vacía, España vaciada, Periodismo, Discontinuidad discursiva

Resumen: Este artículo analiza la irrupción y desarrollo de los conceptos «España vacía» y «España vaciada» entre 2016 y 2021 en dos periódicos españoles: El País y El Mundo. La primera parte expone un análisis del contenido sobre las piezas que trataron sobre estos conceptos y la segunda desarrolla un análisis del discurso durante el periodo. Se identifican tres estratos clave en esta arqueología conceptual: 2016-2019, en el que nace, se divulga y muta el concepto de «España vacía», acuñado en el ensayo de Sergio del Molino (2016); 2019-2020, en el que aflora «España vaciada», adoptado por un movimiento político en el contexto de dos elecciones generales en 2019; y 2020-2021, cuando maduran ambas variantes en una situación pandémica en la que se especializan los usos en regularidades del discurso. El artículo plantea una aproximación metodológica mixta con la combinación de datos cuantitativos y el uso de los conceptos de aproximación foucaldiana de discontinuidad, difracción, regularidad y formación discursiva. Al final del artículo el autor ofrece una reflexión especulativa de corte psicoanalítico sobre el éxito sociopolítico del discurso de la España vacía.

Keywords

Empty Spain, Emptied Spain, Journalism, Discourse discontinuity

Abstract: This article analyzes the emergence and development of the concepts «España vacía» (empty Spain) and «España vaciada» (emptied Spain) between 2016 and 2021 in two Spanish newspapers: El País and El Mundo. The first part presents a content analysis of the pieces that dealt with these concepts and the second develops on a discourse analysis during the period. Three key strata are identified in this conceptual archaeology: 2016-2019, in which the concept of «España vacía», coined in the essay by Sergio del Molino (2016), was born, circulated and mutated; 2019-2020, in which «España vaciada» emerges, adopted by a political movement in the context of two general elections in 2019; and 2020-2021, when both variants mature in a pandemic situation in which there is a specialization of uses that defines discourse regularities. The article proposes a mixed methodological approach with the combination of quantitative data, in a first part, and the use of the Foucaldian concepts discontinuity, diffraction, regularity and discursive formation. At the end of the article, the author offers a speculative reflection within a psychoanalytic frame of the sociopolitical success of the discourse of «España vacía».

 

* Correspondencia a / Correspondence to: Enric Castelló. Departament d’Estudis de Comunicació, Universitat Rovira i Virgili. Av. Catalunya, 35 (43002 Tarragona) – enric.castello@urv.cat – http://orcid.org/0000-0003-2154-2450.

Cómo citar / How to cite: Castelló, Enric (2024). «Arqueología del vacío: un estudio periodístico (2016-2021)». Papeles del CEIC, vol. 2024/1, papel 293, -19. (http://doi.org/10.1387/pceic.24010).

Fecha de recepción: octubre, 2022 / Fecha aceptación: mayo, 2023.

ISSN 1695-6494 / © 2024 UPV/EHU

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1. Introducción

Este artículo ofrece un estudio interpretativo y reflexivo sobre el surgimiento y uso de los conceptos «España vacía» y «España vaciada» en los medios de comunicación[2]. El libro La España vacía. Viaje por un país que nunca fue de Sergio del Molino (2016), big bang de la cuestión, fue un ensayo en clave histórica, cultural y sociopolítica que marcó una visión de España. Con «España vacía» se hacía referencia a las zonas despobladas del país, al territorio rural, abandonado y estigmatizado en prácticas sociales y discursos culturales y mediáticos. Pero no hay que olvidar que «España», más que la cuestión rural o de despoblación, era el centro de ese sintagma, y del libro, en un título que contenía dos elementos que generan una ansiedad-motor del trabajo: «vacía» y «nunca fue». Son dos marcadores discursivos de oquedad, de inexistencia.

Tras unos años en los que ese concepto circuló en medios de comunicación, estudios académicos, ensayos, literatura, teatro, películas o documentales, el ensayista publicó un segundo volumen titulado Contra la España vacía (2021), una obra muy diferente a la primera, con un tono más político que concluye con un alegato contra las propuestas de los cambios políticos profundos y a favor de la «democracia liberal constituida en 1978» (2021: pos 3751). En ese libro el autor argumenta que «España vaciada» es una «simplificación más propia del pensamiento religioso que del analítico». Finalmente, se publicó una edición revisada y definitiva del primer libro en el que del Molino reconoce que antes de su libro este tema ocupaba «bibliotecas enteras», «pero no se percibía como algo conflictivo de raíz política» (2022b: 17). No cabe duda que ese concepto se había situado sólidamente en un debate político sobre el modelo territorial, sociocultural y económico de país. El subtítulo desapareció de la edición definitiva, como indica el autor «por sugerencia de la editora» ya que se consideró «ambiguo, problemático y obscuro» (2022b: 20). Aun así, era significativo porque el texto transcurría por un viaje al pasado reciente a través de la cultura (novelas, cine, cuentos, mitos, periodismo, música pop, publicidad), los acontecimientos sociales y periodísticos (éxodos, crímenes, pueblos sumergidos en pantanos) y diversas etapas políticas (la guerra, la dictadura, la transición). También «el país que nunca fue» había sido una locución apropiada. El autor la reexplicó aludiendo «a la condición ficticia de las naciones, pero también a la fantasmagoría de las identidades». La cuestión territorial y el modelo del Estado subyacen en la obra y su epígono, cuando no afloran sustantivamente, trenzando la situación y circunstancia del vacío rural y la despoblación con la del país en su conjunto como proyecto de «democracia liberal». Paradójicamente, aunque el subtítulo original era muy adecuado, podarlo en la versión definitiva tuvo sentido. En 2022 el mismo texto era otro; el libro era otro libro.

Este artículo consiste en un estudio sobre el surgimiento y asentamiento de los conceptos de «España vacía» y «España vaciada» en dos medios periodísticos entre 2016 y 2021. Opté por implementar un seguimiento en dos periódicos que los anglosajones etiquetarían como mainstream: El País y El Mundo. Por lo tanto, se trata de un análisis limitado que se centra en cómo aparecieron estos conceptos en dos cabeceras con líneas editoriales distintas pero con una posición hegemónica en el sistema periodístico estatal. Abordo el estudio en dos partes, una destinada a la investigación de las recurrencias de los conceptos, en el que aplico un análisis de contenido, y una segunda cualitativa y discursiva, en la que tomo una perspectiva foucaldiana. Cierro con una coda especulativa de corte psicoanalítico.

 

2. Nota teórico-metodológica

Tomé una perspectiva inspirada por la aproximación al discurso de Michel Foucault (2012: 179) para quien lo relevante era estudiar como se elaboran los «efectos de verdad en el interior de discursos que no son en sí mismos verdaderos ni falsos». En cierto modo, «vacía» o «vaciada» no se pueden analizar desde su pretendida verdad, porque no responden a una afirmación que excluya el debate político. Como indica Hanna Arendt (2017), en política no discutimos sobre una verdad factual. La política no se limita a constatar problemas como la despoblación evidente, sino que propone cómo abordar dichas realidades y retos. Comenta Carlos Taibo (2021) que la distinción o discusión sobre los usos de «vacía» o «vaciada» fuera quizás un ejercicio bizantino, pero para los que nos dedicamos a analizar cómo damos sentido a nuestro entorno social, cultural y político, no es así. Los usos del lenguaje son siempre significativos, en sentido literal y figurativo, y aquí el adjetivo (vacía) o el participio (vaciada) son marcadores del discurso.

Foucault aplicó la arqueología del discurso a procesos dilatados en el tiempo de cambios y establecimiento de normas que llevaron a las sociedades occidentales a la articulación de sistemas de poder entorno a la sexualidad, a las instituciones penitenciarias o la salud mental. En esos procesos, podemos identificar etapas de cambio en espacios cortos de tiempo; son momentos de disrupción discursiva. Desde esa perspectiva, lo relevante no es zambullirse en una interpretación de las palabras, sino evidenciar y discernir los órdenes del discurso. Estos obedecen, en fin, a un «régimen» de la verdad; desde esta perspectiva no se trata de estudiar la «verdad» en el discurso, sino la producción de verdad en si misma. En este sentido, Foucault (2008: 34-35) no considera que el saber es poder, sino que el poder produce saber, que hay unas relaciones recíprocas poder-saber. Por lo tanto, la definición de esa España «vacía» o «vaciada» se genera en base a ese ejercicio de poder del quien habla y de su praxis discursiva; cómo, desde donde, por qué, en qué contexto, con qué legitimidad, etc. El periodismo es en este sentido un ejercicio de poder que define el saber —y viceversa—, como también lo son la judicatura o la academia y la ciencia.

Me son útiles los cuatro principios del orden del discurso que estableció el autor (Foucault, 2010: 52-53): trastocamiento, discontinuidad, especificidad y exterioridad. El primero (trastocamiento) implica reconocer los parámetros de los discursos que estamos tratando como la autoría, lugar desde donde se escribe, momento, disciplina, género: supone ser consciente de una «voluntad de verdad». Es fundamental, por lo tanto, considerar los periódicos analizados y los periodistas, así como el contexto en el que escriben. El periodismo es una forma específica de discurso diferente a la ciencia o a la política. Sus formas e intertextualidades son relevantes; dialoga con narrativas culturales y políticas. Su resultado es fruto de esas estructuras, y viceversa.

Sobre el segundo principio argumentaremos que el concepto de «España vacía» y su popularización generó una discontinuidad en torno a cómo se había tratado el fenómeno de la despoblación; implica que un grupo humano, una sociedad, deje de entender una cuestión como lo hacía anteriormente o abandone o cree nuevos conceptos e ideas en base a unas condiciones externas del discurso, a unas prácticas de poder (Foucault, 2005: 57). Dicho efecto ya lo insinuó el mismo del Molino (2022a: 17) cuando indicó que el tema ya se había abordado, pero nunca «como algo conflictivo de raíz política» y que para él lo más impresionante de lo sucedido desde entonces fuera observar una «liberación de esa presión contenida» (ibídem: 18). En ese sentido, su ensayo fue un detonante. La cuestión de la despoblación se había tratado bastante en la academia, en estudios de economía, geografía o antropología —a menudo se citan los trabajos sobre la Serranía Celtibérica (Burillo Cuadrado, Burillo Mozota y Ruiz Budría, 2013) u otros sobre economía o geografía (Acín Fanlo, 2004; Ortiz, 2007)—. La ruralidad y su abandono habían sido motivos de peso en la literatura —por supuesto en Miguel Delibes (En el camino, El disputado voto del señor Cayo) o en Julio Llamazares (La lluvia amarilla) o más recientemente en Jesús Carrasco (Intemperie), entre otras muchas novelas—. Pero no solo en la tradición en castellano, también en la creación en gallego, catalán o euskera. Por no comentar las adaptaciones para el cine y la televisión de ficciones populares y clásicas al respecto. Ahora bien, resituar este tema en la política, reflexionar sobre hasta qué punto el vacío fue el resultado de unas políticas y de una historia sociocultural, implicó una inflexión en los órdenes del discurso del momento.

En tercer lugar, cabe observar como la rarefacción narrativa de la España vacía genera divergencias, lo que Foucault denomina difracciones, que van dibujando especificidad de usos. Es en esta difracción en la que aparece una variante (vaciada) —que del Molino repudia etiquetando ese proceso de «bastardización» (Robles, 2021a)—, producto de la aplicación de nuevas constricciones sobre su entendimiento; constricciones que implican un ejercicio de poder, ahora desde el territorio afectado, con agentes desde el asociacionismo, el activismo y la política local. El discurso se genera en yuxtaposiciones. Esas inflexiones son sumamente importantes. Los poderes no circulan solo con una lógica top-down sino que fluyen en relaciones sociales multidireccionales. Desde esta perspectiva, el poder se comporta más bien como un flujo con conexiones rizomáticas. Está claro que los grandes medios de comunicación y las instituciones legitimadas trabajan en una estructura que les beneficia, a modo de tarima, pero esos mensajes son reformulados, reinterpretados, y surgen otros que divergen, como fue el caso.

Finalmente, el cuarto elemento implica la necesidad de anotar los sistemas contextuales e intertextuales (la exterioridad), más que concentrarnos en una lingüística del enunciado o su semántica. Aquí, son los contextos, acontecimientos políticos y actores las que delimitan esas regularidades, cuando se especializan sus usos. En el caso estudiado esos elementos son muy importantes; pueden implicar elecciones generales (como fue el caso), celebración de jornadas especializadas, aparición de asociaciones y muchos otros elementos que contorsionan el debate público y lo encauzan entre rocas y canales.

Si bien el tratamiento periodístico de la despoblación se había trabajado escasamente hasta el momento —un ejemplo valioso fue el caso focalizado en Teruel de Sanz Hernández (2016)—, durante esta investigación aparecieron un buen número estudios sobre el tratamiento de la despoblación en los medios españoles (de Sola, 2021; Díaz-Beyá, 2022; Galletero-Campos y Saiz-Echezarreta, 2022; López Ruiz, 2021; Saiz-Echezarreta et al., 2022). De ellos el más relacionado con nuestro trabajo es el análisis que realizaron Vanesa Saiz-Echezarreta et al. (2022), en el que se evidenció que el tema de la despoblación, entre los que se estudiaron entre otros los conceptos de «España vacía» y «España vaciada», había sido muy residual hasta 2016. Las autoras reconocen también que el ensayo de del Molino fue determinante. En su amplio corpus no aparece «vacía» ni «vaciada» entre las palabras clave, antes de esa fecha. El debate tuvo un repunte en 2019 con la entrada del segundo término, según el trabajo. En mi estudio veremos que sus datos se confirman, aunque tomo una aproximación más interpretativa, me centro en dos medios mainstream y desgrano de manera reflexiva cómo se realizaron los desplazamientos discursivos que identifico.

Sobre el método, el presente estudio es heterodoxo pues combina datos cuantitativos con un análisis cualitativo de corte foucaldiano. Primero, procedí con un estudio del contenido en los dos periódicos más leídos a nivel estatal como son El País (EP) y El Mundo (EM)[3]. En esta primera parte, descriptiva, recopilé los textos que contenían los conceptos entre el 1 de enero de 2016 y el 31 de agosto de 2021. Las fechas vinieron motivadas para detectar la posibilidad de usos desde unos meses antes de la aparición del libro del Molino (en abril de 2016) y tras la pandemia de Covid-19 y su segundo ensayo (en junio de 2021).

Tras la lectura y selección de los materiales, los seis años analizados arrojaron la presencia de estos conceptos en 906 ítems[4]. La unidad de análisis fue la pieza periodística; se contabilizó si contenía explícitamente uno de los dos conceptos. Esto implica que hay piezas doblemente contabilizadas cuando usaron ambos[5]. El ejercicio cuantitativo sirvió para visualizar la recurrencia en las cabeceras. Posteriormente, me sumergí en la lectura en profundidad y el etiquetado del material seleccionando y me centré en el corpus de piezas y su contexto. El análisis cualitativo avanza con la lectura, las notas y memorándums. En este caso se produjeron dos tipos de etiquetas, unas adheridas a la «unidad de análisis» y otras de carácter cualitativo que marcan extractos. Generé así memorias parciales y resúmenes hasta destilar las cuestiones más relevantes. A continuación, presento los resultados en las dos partes descritas y ofrezco unas conclusiones antes de añadir un coda psicoanalítica que reflexiona y ofrece una posible interpretación sobre el éxito del concepto en su contexto sociocultural e histórico.

 

3. Recurrencias

En los datos cuantitativos (gráfico 1), vemos la evolución de ambos conceptos en los seis años estudiados. Hasta 2018 el uso de «España vacía» fue muy motivado por el ensayo de del Molino (2016). La primera vez que se detectó en la muestra analizada fue unas semanas antes de su aparición en abril, en un artículo en EP en el que Manuel Jabois (2016) reflexiona sobre la violencia terrorista y comenta unos pasajes del libro en los que se habla de los crímenes en pueblos y zonas rurales, mientras que en EM se trata ya de una reseña sobre la novedad editorial (Alemany, 2016).

 

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Fuente: elaboración propia (n=906). Gr (Ground) indica el número de recurrencias.

Gráfico 1

Recurrencia «España vacía» vs. «España vaciada» en EP y EM (2016-2021)

 

A grandes rasgos (gráfico 1), se dibuja una primera etapa (2016-2018) en la que sólo aparece «España vacía» y una segunda etapa de explosión de ambos términos en 2019, mientras que en la tercera fase ambos decaen en 2020, «vaciada» notablemente, y en 2021 «vaciada» vuelve a remontar hasta su cénit. Este perfil coincide bastante con los datos disponibles de estudios anteriores con corpus y categorizaciones diferentes (Saiz-Echezarreta, Galletero-Campos y Castellet-Homet, 2022).

Aunque hemos hablado de big bang o detonante, el éxito de «España vacía» es un proceso de gestación de casi dos años en los que el concepto se va afianzando. En el año de su publicación el ensayo recibe el Premio Libro del Año de los Libreros de Madrid y el Libro del Año para la Prensa. En el análisis codifiqué los primeros tres años para comprobar si los artículos hacían una mera referencia al libro o se usaba de forma genérica «España vacía». Podemos ver (gráfico 2) como en 2016 el concepto se explica con la aparición del libro, pero en 2017 comienza a emanciparse.

En 2018 ya se relaciona poco explícitamente con el ensayo y se habla de «España vacía» en genérico. Algunos periodistas empiezan a usar «España vacía» para denominar el fenómeno de la despoblación, en general; se dan reivindicaciones desde el territorio atribuidas en un principio a la «España vacía»; por otra parte, las dos primeras ediciones de la Feria Nacional para la Repoblación (2017 y 2018) se denominan, «para la Repoblación de la España Vacía»[6].

 

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Fuente: elaboración propia (n=82).

Gráfico 2

Uso generalista o atribuido al libro de «España vacía» en EP y EM (2016-2018)

 

A partir de 2019 carece de sentido anotar la diferencia entre el uso genérico o referido al libro; el primero es dominante. Aun así, cabe apuntar que la mención a del Molino a lo largo del periodo fue habitual cuando se atribuyó el origen del concepto. Ese año se populariza «España vaciada». Aún así, el primer artículo en el que detectamos el uso de «vaciada» se publica en EM, de la mano de Raúl Conde en noviembre de 2018. Es una crónica política sobre las declaraciones de la ministra Meritxell Batet. Su uso es significativo: «La España vacía es, en realidad, la España vaciada por la falta de oportunidades en las provincias menos pobladas» (Conde, 2018). No es una cita de Batet; articula la frase el periodista, uno de los más notables por su dedicación a la materia. EM, y Conde en particular, volverán a comentar sobre el vocablo puntualmente hasta que en marzo de 2019 se convoca la manifestación en Madrid con el lema «La revuelta de la España vaciada» y el discurso, ahora sí, estalla. Debemos considerar que, al igual que «vacía» está incluida en el título del ensayo de del Molino, «vaciada» lo está tanto en las movilizaciones como en la coordinadora que se convertirá en coalición de entidades.

Finalmente, en 2020 se inaugura una nueva situación con la pandemia. El primer estado de alarma para luchar contra la Covid-19 se decreta en marzo y se prorroga hasta seis veces con confinamientos que marcan la historia del país. En ese contexto «vacía» aguanta la pandemia mientras «vaciada» se resiente. Es tan solo un efecto pasajero porque en 2021, vuelven las movilizaciones de «la revuelta», se consolida la coordinadora, que en septiembre anuncia una vía política para vehicular el descontento del territorio —siguiendo la estela de Teruel Existe—, y el año termina in crescendo ante las cercanas elecciones en Castilla y León y el impacto político de la Coordinadora España Vaciada.

 

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Fuente: elaboración propia (N=906). Gr (Ground) indica el número de recurrencias.

Gráfico 3

Recurrencia total de «España vacía» vs. «España vaciada» en EP y EM entre 2016 y 2021

 

En general, en los seis años, podemos observar que en EP se prefirió un uso de «vacía» mientras que en EM se usó más «vaciada» (Gráfico 3). Esto está en sintonía con el hecho de que el primero dispuso de un espacio temático titulado «España vacía» mientras que el segundo aglutinó otro con el epígrafe «España vaciada», en donde los lectores podían surfear en un listado de contenidos sobre la temática[7]. Un hecho que debe ser anotado es que del Molino era colaborador de EP en ese periodo, donde se prefirió el original a su derivado. Por otra parte, la narrativa de EM replicó con más brío «vaciada», concepto que ahondaba más que el original en el conflicto político y crece en periodos cercanos a elecciones.

 

4. Los principios del discurso

La arqueología del discurso que presento arroja resultados valiosos. Esta parte del estudio es más interpretativa que la primera. Identifiqué tres estratos en la excavación discursiva:

— La discontinuidad (junio 2016-marzo 2019): surgimiento del concepto «España vacía» con el ensayo de del Molino e inicio de emancipación de uso.

— La difracción (marzo 2019-marzo 2020): generalización del uso del concepto «España vaciada», en base al movimiento territorial y político.

— La regularidad (marzo 2020-diciembre 2021): uso de excepcionalidad pandémica pero que implica un inicio de especialización[8].

En la explicación de los estratos no pude abundar en detalles de las más de novecientas piezas estudiadas. Me centro en textos claves, seleccionados por su relevancia y citados en cada caso, entre los que destaco editoriales, articulistas notables, reportajes en profundidad o entrevistas a personalidades de peso. Esto, en la medida que permite el abordaje en un artículo corto, lo relaciono con el contexto y acontecimientos culturales, sociales y políticos.

 

4.1. La discontinuidad (2016-2019)

El ensayo de Sergio del Molino no solo imprime una expresión potente e icónica, sino que además lo hace mediante una nueva forma de plantear el tema de la despoblación y del abandono del campo. La primera razón de su éxito es que el ensayo era un texto extraordinario en diversos sentidos. Muñoz Molina (2016) lo alaba desde las páginas de EP. Su calidad es por tanto condición primera. En 2017 el libro se ha leído mucho y tiene influencia en ámbitos literarios y periodísticos. Del Molino lanzó un concepto con particular energía de dispersión en diversos ámbitos: sociales, políticos, culturales, económicos. El autor indicó que en los clippings que le pasaban sobre la novela las menciones se contaban por miles. Pronto, señala (Del Molino, 2017, 2019), el término se asentó en la lengua común para referirse al territorio despoblado y a la ruralidad, más que para hablar específicamente del ensayo que había escrito el autor.

En verano de 2017 del Molino publicó en EP una serie titulada «Resurrecciones de agosto en la España vacía», en la que visita pueblos en Aragón, Andalucía o Soria. En ese momento diversos autores ya adoptan «España vacía» dando por supuesto el significado, emparejado a la ruralidad. Esos usos se pueden aplicar tanto para hablar de la colección de reportajes Los últimos. Voces de la Laponia española (Cerdà, 2017), como para reseñar la obra de teatro Los mariachis (Remón, 2018), o comentar sobre la novela Los asquerosos de Santiago Lorenzo (2018). A principios de 2018 «vacía» ya se comporta de forma semi-emancipada del libro y adquiere tonalidades politizadas; se aleja del ámbito cultural. El diputado del PSOE por Teruel, Ignacio Urquizu (2018), publica en EP un artículo titulado «La España que vacían», donde ya aparece lo que es una lógica de la variante «vaciada», sin que se explicite este concepto. El artículo menciona la «España interior» y aparece tras la movilización que el 6 de mayo convocó Teruel Existe en Zaragoza. Entrado el verano de 2018, EM dedica un editorial donde anuncia una serie estival sobre la cuestión. Se insiste en que la «España vacía» es un problema de gestión económica, de servicios, demografía, trabajo e inversión: el artefacto narrativo empieza a funcionar de forma polivalente, tanto en textos de carácter social y reivindicativo como en perspectivas que ven el vacío como una oportunidad de inversión. En 2018, cuando había ganado el premio Espasa de Ensayo por Lugares fuera de sitio (2018a), del Molino (2018b) publica un artículo relevante con el título «La España vacía alza la voz» en el que el autor constata que el termino se ha emancipado —«ya no me pertenece»—.

En ese momento se está gestando la digresión de «vaciada» y la máxima politización. El marco económico-político conecta con el que se siembra en EM, ya desde febrero, con trabajos como el de Marcos Iriarte (2018), quien publicó un reportaje titulado «Cómo acabar con la España vacía» sobre la gestión de la despoblación que ganó el Premio Teobaldo de periodismo económico de la Asociación de Periodistas de Navarra. Dado que el concepto toma vida propia, empieza a circular en piezas informativas, entrevistas y crónicas; rebasa el género de la opinión que era dominante en sus primeras andanzas. Hay ejemplos de profundidad periodística que recogen el concepto de «reto demográfico», como el reportaje dedicado a la despoblación que publicó en EP José Marcos (2018). Al mismo tiempo, «vacía» comienza a cosechar algunas voces críticas, pocas en estos periódicos pero habituales en otros medios. Estas críticas son oídas y comentadas por algunos ensayistas, escritores y columnistas. Julio Llamazares (2018), escritor de autoridad, lo expresa indicando que prefiere hablar de «despoblada», ya que esa España no está vacía «puesto que hay gente que vive en ella». Este va a ser un contrapunto que acompañará a «vacía». El adjetivo es difícil de aceptar en el territorio donde se vive.

 

4.2. La difracción (2019-2020)

La difracción se consuma en marzo de 2019 con la manifestación multitudinaria en Madrid bajo el lema «La revuelta de la España vaciada». La adopción del término «vaciada» por parte de los convocantes —Teruel Existe y ¡Soria ya!— significó un punto en el que el río discursivo de «vacía» se parte en dos cursos que bajan por laderas distintas, aunque a veces se retroalimenten. En el material estudiado, el primer hilo de agua detectado que se desprende en «vaciada» aparece en EM, en la crónica de Raúl Conde (2018) comentada anteriormente. El concepto surge antes de la manifestación en otro artículo en el que el periodista ofrece las ideas clave sobre el I Foro de Desarrollo Rural en Sigüenza (Conde, 2019a), donde se anuncia el «Manifiesto de Sigüenza».

En este periodo EP continúa apostando por «vacía», pero no puede obviar «vaciada» puesto que debe informar y opinar al respecto. «Vaciada» se estrena en EP (2019) antes de la manifestación, en febrero, con un editorial centrado en Teruel. El periódico cita el concepto sin hacerlo suyo: «Existe una España vacía, que en Teruel prefieren denominar la España vaciada…»[9]. EP aborda el tema con un reportaje sobre poblaciones en provincias epítome: Teruel, Soria, Guadalajara (Espinosa, Navarro y Lema, 2019). Tanto el reportaje como el editorial usan el concepto de «grito». Cuando en marzo diversas plataformas celebran la manifestación mencionada, el periódico publica otro editorial titulado «El grito del mundo rural» donde se usa vaciada sin entrecomillado, por primera vez. Esa naturalización implica su reconocimiento. Por su parte, el día después de la manifestación EM publicó el editorial «El medio rural requiere un pacto de Estado» (2019a). Con matices, ambos medios otorgan un papel fundamental al Estado. Pero el «pacto de Estado» requiere un tratamiento que debe ir más allá del Gobierno de turno, es una cuestión nacional. Por otra parte, se pone el foco sobre la cuestión económica y el déficit de servicios, pero en esa narrativa las corporaciones o el capital privado no son objeto de crítica; el problema se focaliza más bien en la inversión pública.

Ante las elecciones, «vacía» actúa en clave política como un topos electoral: La «España vacía» reparte 99 escaños en la «batalla» electoral, se lee en la portada de EP (Cué y Llaneras, 2019). En ese relato «vacía» es una antítesis de «urbana», pero tampoco es la «España rural» que explica «vaciada»; incipientes regularidades empiezan a madurar ambos términos. Algunas crónicas ejemplifican con curiosidades qué sucede en ese vacío (Domínguez, 2019; Mucha, 2019). Son relatos que ponen acento en situaciones puntuales, a veces anecdóticas. Se divisa una especialización del concepto de «vacía» para referirse de forma más general al fenómeno, a un territorio amplio, a la idea; tiene un significado que se pretende despolitizado ante «vaciada», que remarca el agravio, lanza la sombra de una agencia responsable, innominada. En ambos usos, los días posteriores a las elecciones se despliega todo el lenguaje propio del marco interpretativo político: caladeros, sorpasso, pinchar, batalla. El veterano periodista Álex Grijelmo (2019) apuesta en EP por «vacía» aunque reconoce que el segundo es «más preciso» y termina preguntándose: «¿Cuál de los dos términos nos parece más movilizador y progresista?». No responde, pero se sitúa recomendando evitar «lenguajes identitarios» que «separan y debilitan».

En verano de 2019 EM anuncia una serie de reportajes «por la España vacía» que se inicia con la historia de un profesor de Harvard que ha vuelto a su pueblo de Teruel (García Pozo, 2019); este registro narrativo es común: una historia de interés humano, extensa y que ofrece un fresco sobre situaciones personales y de relación con el entorno. En la lucha contra los estereotipos estigmatizantes del campo se generan personajes que retipifican: el retorno al pueblo o establecimiento en el campo del intelectual, del profesional liberal, del emprendedor. Por otra parte, «vaciada» va a ir aterrizando en un espacio de estrategia política; es ya otro artefacto discursivo en un caudal narrativo diferente.

Tras la tormenta electoral, ese verano la prensa destina esfuerzos con informes, reportajes, perfiles, y algunas entrevistas. En junio tiene lugar en El Burgo de Osma (Soria) un seminario organizado por la asociación El Hueco sobre periodismo y ruralidad que anuncia la tercera edición de la Feria Nacional para la Repoblación de la España Rural (Presura). En la prensa hubo cierto —aunque escaso— espacio para la profundidad y la reflexión. Estos foros, junto a los documentos y trabajos de la Red de Periodistas Rurales, que se constituye ese año, ofrecen espacios cualitativos. También encontramos la voz de algunos —también pocos— académicos tanto en EM (eg., Mercedes Molina en Conde, 2019b) como en EP (eg., Gómez Mendoza, 2019). Josefina Gómez Mendoza, catedrática de Análisis Geográfico Regional de la Universidad Autónoma de Madrid, pide que se abandone el término de «España vacía» y apunta su «resonancia ginecológica». Su valiosa visión remarca las complejidades históricas y demográficas. En general, en la prensa estudiada hubo escasa reflexión académica sobre los procesos históricos y sociopolíticos que pudiera ayudar a entender el vacío. Por ejemplo, se analiza poco la dictadura y la gestión del desarrollismo, aspecto que sí menciona del Molino en su análisis de «El Gran Trauma». En noviembre, el autor comisionó otro encuentro en Sigüenza con el título «Despoblación: un reto político (y poético)». Son todas ellas externalidades relevantes del discurso público en torno a la cuestión.

En paralelo, nuevas perspectivas van calando en los medios. Esa miríada de visiones pone el foco por ejemplo en el medioambiente; en 2019 se observa una vinculación narrativa entre la España vacía o vaciada y el problema de los megaincendios forestales. Ambos periódicos se esfuerzan por explicar el binomio a través de la voz de expertos como Marc Castellnou y otros (Herráiz, 2019). En agosto, otra temática empieza a azuzar la cuestión: EM publica reportaje y editorial evidenciando la falta de cajeros y servicios financieros en los pueblos; se revive el concepto de «brecha financiera» (el Mundo, 2019b; Iriarte, 2019), debate anterior pero conectado al de la España vacía. Las narrativas exploran el aprovechamiento de «vaciada» para conformar una «voluntad de verdad» hegemónica en clave económica. Se ve hasta como oportunidad de actividad empresarial y de inversión: a principios de octubre Forestalia anuncia la construcción de 66 parques de energía renovable en Teruel; el presidente de la empresa indica que la apuesta «demuestra el compromiso de Forestalia con la España vaciada» (Noceda, 2019)[10]. Ese mismo mes la plataforma activista Teruel Existe anunciaba su conversión en partido político; se presentó a las elecciones de noviembre de 2019.

La convocatoria de comicios de noviembre de 2019 puso ambos conceptos bajo el yugo electoralista; la España vaciada se convierte en un «botín» para la investidura de casi 100 representantes (Conde, 2019c). El bloque que apoya al candidato socialista gana la primera ronda de votación en el Congreso por tan solo un diputado, sin obtener la mayoría absoluta necesaria. La derecha puso el foco mediático en el único de Teruel Existe, Tomás Guitarte, que mantuvo su apoyo hacia Pedro Sánchez en la segunda votación, que inviste por mayoría simple. El Ministerio del Interior acabó poniendo protección a Guitarte tras recibir éste amenazas en la segunda votación (García de Blas y Blázquez, 2020). La resaca electoral se alarga hasta pasada la atribulada composición del gobierno de coalición con Podemos. En medio de ese festín político, hay escasos espacios para opiniones diversificadas como la de Teresa López (2019), presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales, quien en EP anota la falta de políticas para afianzar a las mujeres en el medio rural. Las visiones feministas o que pusieran acento en la cuestión de género —elemento fundamental para el entendimiento de la cuestión— fueron también escasas. En la crónica política, «España vacía» se convierte en un área de gestión, como la economía, el medio ambiente o la educación (Díez, 2020), mientras Guitarte es objeto de críticas en EM, desde donde le reprochan su apoyo a los socialistas (Bustos, 2020). Desde la formación de gobierno, en enero de 2020, hasta la escalada de la gravedad del coronavirus, que toca su cénit el 14 de marzo con el Decreto del confinamiento general, «España vacía» continúa con una narrativa politizada.

 

4.3. La regularidad (2020-2021)

Es paradójico pero la regularidad de los discursos sobre España «vacía» y «vaciada» se va conformando en una de las etapas más convulsas de la historia reciente del país como fue la irrupción del Covid-19, el estado de alarma y un duro confinamiento. La primera pieza detectada que relaciona el Covid-19 con la España vacía es un reportaje en EM sobre una anciana de Loranca de Tajuña (Guadalajara) autoconfinada en un pequeño piso de Carabanchel (Simón, 2020). Es una pieza sobre una persona que nació en la «España vacía» y ahora habita en un barrio de la capital a las puertas de una pandemia de la que no se divisa el alcance. El 14 de marzo se decreta el confinamiento y EP ofrece una crónica que comienza apuntando que la Puerta del Sol parece «la plaza de un pueblo de la España vacía» (Quesada y Viejo, 2020).

Una de las narrativas en torno a la España vacía y el Covid explora la posibilidad de que la pandemia fuera un punto de inflexión para la repoblación; en ese relato la «España vacía» aparece como un espacio más seguro que las ciudades (Ellakuria, 2020). Pasado el verano se redunda con la oportunidad de ir al campo a teletrabajar y se dan datos de algunas poblaciones que ganan habitantes (Álvarez, 2020; del Barrio, 2020). Existe un amago de idealización, con los conceptos de tranquilidad, calidad de vida y seguridad; se remarcan los beneficios de ese vacío y se habla de «diáspora» y hasta de «éxodo» de la ciudad al campo. En otras se continua con la historia de la oportunidad económica y hasta de transformación del mercado inmobiliario (Hernández, 2020b). Otros reportan lo contrario: la pandemia trunca los sueños de emprendedores en pequeñas poblaciones rurales (del Palacio, 2021; Dolz, Navarro y Bono, 2021).

Se da en este momento una rarefacción del vacío como posibilidad (Conde, 2020a; Hernández, 2020a). Una clave para que eso sea posible es una mejor conectividad tecnológica de las zonas rurales, para hacer posible el desarrollo y el teletrabajo. «Teletrabajo» se convierte en un talismán que aparece hacia el final del primer estado de alarma, en mayo y junio de 2020, muy ligado a «vaciada». Se analiza la dimensión económica y el impacto en la agricultura en un momento en que Europa advierte que es un sector estratégico (Villaécija, 2020). Pero también se ofrecen relatos críticos (del Pozo, 2020). A finales año, EM (2020) vuelve a remarcar en un editorial la «brecha financiera» y denuncia la falta de bancos en los pueblos. La consideración de que la pandemia puede traer algo bueno nace untada de escepticismo, como el que expresa Julio Llamazares (2020) cuando habla de una «España desdeñada» que ahora se explica como oportunidad. Más tarde el escritor se mostrará crítico con las inversiones millonarias y apunta que pueden tener efectos destructivos en el paisaje (Llamazares, 2021).

La etapa no está exenta de piezas valiosas de divulgación sobre la cuestión, como la que publica Raúl Conde (2020b) con un estudio histórico-demográfico con fuentes expertas que analizan la estructura de la propiedad o las políticas de inversión. A las puertas del segundo estado de alarma, en octubre, las historias sobre la huida al campo son habituales. A medida que madura el movimiento de la España vaciada y sus lemas, la prensa mainstream se va desmarcando del término para hablar en génerico del tema.

En noviembre de 2021 el subdirector de EP empieza un texto argumentando por qué es «mucho más precisa» la expresión «vacía» que «vaciada», al contrario de la precisión que Álex Grijelmo había otorgado al segundo: «Porque ese vaciado hace pensar en un plan maquiavélico, cuando más bien se ha sufrido la falta de plan: el abandono, la desidia, el olvido» (de Querol, 2020). EM (2021a) aprovecha en un editorial para criticar la decisión «injusta y caciquil» de situar en Córdoba el parque móvil del Ejercito de Tierra: «Sánchez e Iglesias están demostrando que su supuesta sensibilidad hacia la España vacia no era más que un reclamo electoral». El vacío se articula como arma arrojadiza en el debate político.

El Secretario de Estado para el Reto Democrático, Francesc Boya, opina que no encuentra adecuado el término «España vaciada» en una entrevista para EM en marzo, porque «menoscaba» el valor de la gente que se ha quedado (Conde, 2021a). Dos años después de la manifestación de «La revuelta», diversas plataformas agrupadas consiguen hacerse eco en una movilización que vuelve a reclamar un «pacto de Estado»; las crónicas comienzan a hablar de un movimiento estructurado que aglutina descontentos no solo en Teruel, sino también en Soria o Jaén. En EM, Conde pregunta al académico Luis Antonio Sáez si esa España se vació o la vaciaron; el experto apuesta por descartar una «mano negra». El titular remarca que los nacionalistas espolean el victimismo de esa España que se presenta como olvidada (Conde, 2021b). En ese momento se buscan alternativas al concepto de «vaciada» que ahora no es solo político, sino también partidista; el presidente de Aragón, Javier Lambán, defiende el concepto «España abandonada» y considera que «vaciada» hace un «flaco favor a la causa de rehabilitación» tras unirse a sus homólogos de Castilla y León y Castilla-La Mancha para pedir más fondos europeos (Lamet, 2021). Hay quiénes identifican la «España vaciada» con la izquierda (Landaluce, 2021) y otros que apuntan que esta idea es equivocada (Conde, 2021c).

Sergio del Molino publica su ensayo Contra la España vacía en junio y Félix de Azúa (2021) le dedica una columna, mientras que desde las páginas de EM se le saluda con la mano de Andrés Trapiello (2021), quien critica también el uso de «vaciada». EM dedica una entrevista al ensayista donde se le pregunta sobre si le molesta la apropiación de su concepto a lo que el autor responde:

 

«Me molesta más la bastardización. Pero por puro prurito de escritor: a ninguno le gusta que le corrijan. Creo que el sintagma ya estaba asentado. Por lo demás, que cada uno use la expresión como quiera. Que esté en discursos políticos forma parte de lo que uno echa a correr. Lo que sí me jodería es que alguien hiciera camisetas y tazas y ganara dinero con una expresión que inventé yo.» (Robles, 2021a)

 

En septiembre la Coordinadora España Vaciada anuncia que concurrirá a las elecciones. Su coordinador, Antonio Saz, rechaza en EP el encajonamiento ideológico de la plataforma en derechas o izquierdas. Se desmarca explícitamente del concepto de «vacía»: «“No es la España vacía, sino vaciada”. Es decir, tenían, perdieron, y quieren recuperarlo» (Junquera, Llaneras y Andrino, 2021). Los medios mainstream ahora se posicionan de forma más clara, mediante editoriales. EP (2021) pone énfasis en «el riesgo» de que las candidaturas del movimiento produzcan una «fragmentación regionalista» y advierte de un posible «uso vicioso del poder». Hacen un paralelismo: «Los partidos nacionalistas vascos y catalanes encontraron durante muchos años en sus diputados un instrumento de presión y negociación política de máxima eficacia». Los presidentes de Galicia, las dos Castillas, Asturias, Cantabria, Aragón, La Rioja y Extremadura celebraron un encuentro en Santiago de Compostela con el título «G-8 de la España despoblada» para pedir mejor financiación. Ante el evento, EM (2021b) publica otro editorial en el que interpreta que la España vacía es un movimiento contra «los privilegios del nacionalismo». Critican: «La comparación con el trato que dispensa el sanchismo al País Vasco y Cataluña es odiosa, sobre todo porque todo se basa en la capacidad de chantaje al presidente de los partidos nacionalistas por la debilidad parlamentaria del inquilino de la Moncloa». Al fin, ese noviembre de 2021, ambas cabeceras parecen converger en sus inquietudes, cada una a su manera y estilo, en contra los nacionalismos periféricos y los peligros de una fragmentación de la unidad española.

Ese invierno en el que todo retorna al ajetreo prepandémico produce artículos sobre la España «llena» (Torreblanca, 2021) o «apretujada» (Robles, 2021b). Federico Jiménez Losantos (2021), en EM, tilda la nueva plataforma política España vaciada como un «engendro electoral del PSOE y club en el que nadie paga y todos aspiran a cobrar» y tacha a sus líderes de «cacicazgos en busca de patrón, como Teruel Existe, que sólo ha existido para votar el Gobierno de Pedro Sánchez, de los comunistas, de la ETA y de los golpistas catalanes». En ese contexto se leen pocas voces alternativas. Una es de Raquel Peláez (2021) quien en EP habla de una «España vaciadora» que rechaza la descentralización y actúa como un Estado dentro del Estado. Pablo Simón (2021) vuelve a recordar en EP que «cuando un concepto echa a andar toma vida propia», en uno de los últimos artículos del año sobre la cuestión. En realidad, se ha establecido una regularidad discursiva tanto para «vacía» como para «vaciada»; intelectualidad, académicos, escritores, políticos, partidos, organismos e instituciones regulan su orden.

 

5. Nota conclusiva

En este artículo he interpretado las diferencias de tratamiento de los conceptos «España vacía» y «España vaciada» en dos medios periodísticos relevantes en el contexto español. Los momentos políticos y sociales que acompañan los cursos de ambas narrativas las encauzan. Aplicando un análisis del contenido y un estudio del discurso identifiqué tres etapas, usando conceptos propios del análisis foucauldiano: discontinuidad, difracción y regularidad. «Vacía» y «vaciada» son aparatos discursivos que discurren en narrativas diferenciadas, pero existen elementos que las asemejan. No hay duda de que en ambos sintagmas el sujeto no varía, es el centro del relato. España es la (pre)ocupación de este debate. También hay que destacar que ambas narrativas remarcan la centralidad del Estado como actor primordial, y casi exclusivo, para dirimir las medidas a adoptar. Existen pocas piezas en las que se otorgue elevada agencia a las autonomías —también Estado— en este debate o a los entes locales. Siendo una cuestión territorial de fondo, se exploran poco o nada modelos alternativos de organización, descentralizados y focalizados en las regiones más desfavorecidas. Incluso se critican posibles medidas para acercar instalaciones del Estado. Salvando excepciones, son muy escasas las piezas sobre las profundas razones históricas de ese vaciado, enraizadas en el desarrollo del país y con un momento crítico durante el desarrollismo impulsado por régimen franquista.

Por otro lado, se relaciona aún poco ese problema con la calidad democrática y la escucha de las voces en esos territorios. Eso sí, encontramos narrativas que se bifurcan y polarizan; los medios despliegan finalmente las inquietudes propias de una prensa que alerta del peligro de fragmentaciones. Hacia el final del periodo aparecen vises de lectura de una España vaciada —agenciada políticamente— como riesgo. Otra ausencia son los argumentos en torno a las dinámicas que llevaron a la concentración desproporcionada de la población en núcleos urbanos y periurbanos en España, así como de las responsabilidades industrial-corporativas y sus connivencias con gobiernos de toda índole y a todos los niveles (estatal, autonómico, local). La perspectiva de género es también poco considerada; a excepción de algunas piezas se profundiza poco sobre el papel de la mujer en el campo. Aún apareciendo debates como el de la «brecha financiera» o ejemplos exitosos de asentamientos de la ciudad al campo, en los materiales estudiados se percibe aún la posibilidad de más indagación sobre los procesos demográficos profundos y sistémicos, visiones que podrían contar con expertos y académicos quienes tenemos una responsabilidad de divulgación de las razones de la complejidad de esta cuestión. La academia y la investigación está demasiado ausente.

Desconocemos el alcance que «España vacía» y «España vaciada» tendrán en el futuro. Otras etiquetas, como la de «España negra», se convirtieron en lugares comunes, en topos o marcos interpretativos identificados que se utilizan en contextos muy diversos, desde conversaciones informales a eruditos ensayos. Me aventuro a considerar que ambos conceptos ya son parte de ese abanico de narrativas sobre un país al abasto de la cultura, del pensamiento y de la política. Su uso evoluciona con los tiempos, su adopción y contestación forman parte de su razón de ser.

 

6. Y una coda psicoanalítica

Este artículo debería haber terminado ya. Pero si llegó aquí el lector, quiero compartir una coda, a modo de ejercicio especulativo, por lo que pido disculpas por avanzado. Como indicó Roland Barthes (2003), el mito se construye sobre un significado de segundo nivel, trasciende la relación entre significante y significado. El discurso sobre la España vacía/vaciada tuvo en el sexenio 2016-2021 un proceso de eclosión y mutación que acaba en una cierta mitificación. El mito, inyectado con la energía que le da autonomía, tiene vida propia y es reutilizable. Su referente es cada vez más inocuo y lo substancial es su uso. Estamos ante un caso ilustrativo de lo que Jean Baudrillard (1981) denominó simulacra. Al final, es la simulación lo que se percibe como auténtico, como real. Baudrillard (1986) nos invitó a que olvidáramos a Foucault y su enfoque casi obsesivo con el poder. Nos quiso convencer de que todo termina en esa simulación y en procesos de seducción construidos sobre espejismos sin base. Dejaremos a instancia del lector la elección para entender cómo se moldea el discurso sobre la España vacía/vaciada; como un proceso repetitivo de generación de simulacros, siguiendo a Baudrillard, o como el resultado de constricciones —poder— que lo moldean, según la mirada de Foucault.

Hemos definido tres momentos significativos e identificado lógicas de constricción del discurso en cada uno. Pero ¿qué dio la energía a ese concepto en su mitificación?, ¿por qué camina? Remarcamos dos aspectos explicatorios. El primero, la calidad indiscutible del ensayo. Coincido con Germán Labrador en anotar que Sergio del Molino publicó un texto brillante y hermoso, añadimos, un ensayo que ha marcado el pensamiento sobre España en el primer cuarto de siglo. También estoy con la crítica de Labrador al ensayo (2022: 120-121): su perspectiva deja de lado la ruralidad periférica vaciada, no indaga suficiente sobre la disyuntiva de los proyectos centralista y federalista, y pasa muy de puntillas sobre la guerra civil como catalizador del desequilibrio. Del Molino (2021: pos 3368-3398) respondió a esa crítica, grosso modo, quitando peso a la guerra y al franquismo —«La historia pesa, pero no asfixia» (2021: pos 3378)— y remarcando su «visión de España». En todo caso, puede gustar más o menos esa «visión», pero el libro presentó un texto exquisito y literariamente genial, lo que ofrece la primera explicación de su éxito. El segundo, que también anotó Hervé Siou (2018), es la potencia del concepto «vacía» como objeto político, así como su flexibilidad o maleabilidad. Los analistas y comentaristas apuntan que una vez ese término comenzó a andar, fue utilizado de formas muy diferentes por posiciones de toda índole. Añadimos que el concepto tuvo una repercusión en planteamientos creativos que se enfocaron en ese vacío (más tarde vaciado) como espacio, como escenario, para novelas, obras de teatro o filmes. Siou (2018: 356) también anotó que el éxito de la obra fue un «síntoma» y Labrador (2021: 121) comenta sobre la «fantasía» de una «España hueca», vocablos que nos remiten al psicoanálisis, esquema que queremos usar para especular sobre un tercer elemento, más etéreo.

Indica Ricoeur (2016: 209-211) que el objeto de estudio en el psicoanálisis es la misma situación con el sujeto estudiado, en este caso colectivo —la sociedad española en sus formas de expresión pública—, por lo que hay que desgajar su lógica del método científico al uso. Fabulemos pues. Lo cierto es que a lo largo de las indagaciones y lecturas entorno a la «España vacía» y la «España vaciada», tanto en los materiales estudiados como en escritos variopintos, encontramos una retahíla de conceptos que flirtean con el psicoanálisis. Evidentemente, uno central está en la obra de del Molino, cuando plantea el Gran Trauma (2022a: 63-90) para exponer la profunda mella colectiva que significó la migración masiva del campo a las ciudades, especialmente en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. En la muestra encontré crónicas y artículos que hablan de culpa, desencanto, engaño, fantasía, fobia, muerte, ocultación, olvido, sufrimiento, soledad, tragedia o violencia. Freud y Lacan se frotarían las manos. No parece descabellado cerrar el artículo con este elemento psicoanalítico: los relatos de la España vacía/vaciada activaron una pulsión sobre un objeto de deseo colectivo; la ilusión de llenarla, de repoblarla.

La fantasía de la «España hueca» que apunta Labrador (2021: 121), leyendo el concepto de la fantasía de normalidad que anotara Luisa Elena Delgado (2014), es por tanto una idea productiva. Generaría un deseo colectivo de repoblarla. Pero como indica Slavoj Žižek (2012), el objeto de deseo debe ser inalcanzable, puesto que se trata de una idealización que en realidad el sujeto, aquí una colectividad, no quiere ejecutar como tal; el deseo sólo funciona como meta en el horizonte que genera una pulsión libidinosa. En ello se ha ido urdiendo una ideología, en las crípticas definiciones de Žižek, una «construcción de esa fantasía que funge de soporte a nuestra “realidad”» (2010: 76). En ese esquema, ese sujeto colectivo, en su conjunto y en realidad, no quiere esa repoblación de la ruralidad olvidada, solo «la desea». Las ideologías de la España vacía/da sublimarían ese deseo no cumplido —aunque de forma diferente según el uso del adjetivo o participio, aspecto que no puedo desarrollar más aquí.

Como he advertido, no hay método empírico que pueda probar o refutar esa idea. Anotaré solo algunas impresiones. Los habitantes de esas zonas despobladas aspiran a mejores condiciones de vida y a una revitalización demográfica y económica, no hay duda. Pero cuando he intercambiado con ellos en varias ocasiones siempre he observado reticencias, peros, límites —por supuesto detestan los atascos, la contaminación o los riesgos pandémicos. Algunos de los que quedan no siempre acogen con calor y ánimo a los nuevos en los pueblos: ¿molestaran? Los visitantes de fin de semana y verano —los «mochufas» de Santiago Lorenzo (2018)—, experimentan el placer de ese lugar que les espera, natural y cuidado, de postal rural, sin una alma. El placer de experimentarlo vacío se realiza cuando indicamos a la gente que se aparte para la selfie con un trasfondo del bonito pueblo, del puente de piedra sobre el río, sin nadie excepto nosotros ocupando el centro o apartándonos a un lado para que se pueda comprobar bien lo solos que estamos —aún cuando haya cola fuera de plano para hacer otra foto. Los inversores de capital suelen interpretar el supuesto vacío como una oportunidad de negocio, una visión extractiva del centro hacia la periferia, una especie de colonización interior como señalan las visiones críticas y el activismo —lo vacío se asocia con poco valor e incrementa el atractivo de apropiación y explotación. Su mayor preocupación no es la repoblación, en realidad, sino la cuenta de resultados. Políticos los hay de todo color, con discursos contrapuestos y contradictorios. No es que no busquen lo mejor para las gentes, pero muchos hablan sobretodo de inversiones públicas más que de repoblación —una cosa no implica la otra necesariamente— y viran trayectorias con el ojo puesto en la veleta electoral.

No se lean estas apreciaciones como un cinismo académico. Cabe la autocrítica. Desde las universidades tampoco parece que demos con las claves u ofrezcamos soluciones de fácil implementación. Aquí incluyo a todas las disciplinas, desde la antropología a la economía, pasando por la geografía. Los ambientalistas y conservacionistas, por su parte, ven como los hábitats salvajes se recuperan y se reintroduce el lobo o el oso. Esas otras políticas de repoblación animal, de rewilding, parece que fueron muy exitosas de hecho. En general, en todo este tema se atisban pulsiones en las que el «vacío» funcionaría como una fantasía y la repoblación como un deseo inalcanzable que mantiene en movimiento agencias dispares. El principio de realidad quedaría representado en las normas, leyes y limitaciones: el orden que regula ese proceso. El periodismo, como no, encuentra en ese esquema un motor muy productivo del relato en el que la España «vacía» y su «vaciada» deriva retumban en el sentir colectivo.

 

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[1] Este artículo forma parte del proyecto «Nuevos imaginarios del rural en la España contemporánea: cultura, documental y periodismo» (PID2021-122696NB-I00) financiado por MCIN/ AEI /10.13039/501100011033/ y por FEDER-Una manera de hacer Europa.

[2] Usaremos los términos entrecomillados «España vacía», «vacía», «España vaciada», «vaciada» para referirnos a ellos como conceptos, utensilios del discurso, mientras que se usan sin comillas cuando forman parte de nuestras argumentaciones o interpretaciones en su significado más comúnmente aceptado.

[3] Si exceptuamos la prensa deportiva, son los más leídos con 761.000 y 438.000 lectores al día, en el momento de elaborar este trabajo (octubre 2022), según los datos de la Asociación de Investigación de Medios de Comunicación (AIMC). Fuente: https://reporting.aimc.es/index.html#/main/diarios. Última consulta: 15/10/2022. A partir de este momento hablaremos de EP (El País) y EM (El Mundo).

[4] Se utilizó la base de datos Factiva y el programa de análisis cualitativo de datos asistido por computadora A­tlas.ti.

[5] Se consultó para comprobar que se da en unas sesenta piezas y otras tantas en las que también se cita el binomio «España vacía o vaciada». Como se puede comprobar, el uso indiscriminado de ambos términos en una misma pieza es muy residual, los autores seleccionan una de ellas de forma habitual.

[6] Véase: https://repoblacion.es/2017/ y https://repoblacion.es/2018/. Última consulta: 15/10/2022. En la edición de 2019 se denominaría «de la España rural».

[7] Véase https://elpais.com/noticias/espana-vacia/ y https://www.elmundo.es/espana/espana-vaciada.html, respectivamente. Última consulta: 15/10/2022.

[8] Esta etapa coincide con la última delimitada en el análisis de Saiz-Echezarreta et al. (2022).

[9] Cursivas (significativas) en el original.

[10] Parte de estas inversiones quedarán paradas por el Gobierno en 2022. Las iniciativas de grandes inversiones para la creación de macro instalaciones de energías renovables eólicas y solares fue pronto un motivo de protestas y movimientos.